Por Jaime Vera.
Publicado el 28/10/2021.
Cuando ponemos atención a la distancia lingüística entre el “Perú oficial” y sus ciudadanos, solemos enfocarnos -con justa razón- en un infante hablante exclusivo de lengua indígena y que se enfrenta a una escuela que solo le habla en castellano. La inadecuada atención de los derechos lingüísticos y de acceso a la educación de los peruanos indígenas (y también de los peruanos sordos) continúa siendo una grave injusticia.
Quiero hablar aquí de «nosotros»: Cajamarca suele entenderse como una región masivamente monolingüe castellana, con apenas unos enclaves quechuahablantes. Pero tal idea, si bien es descriptivamente correcta, puede invisibilizar una historia secular de imposición cultural e invisibilizar la distancia real entre “mi castellano” y el castellano de los contextos formales de uso.
Hace unos años se publicó en Andalucía una traducción de El Principito, el clásico de Saint-Exupéry, al andaluz. Sí, ¡Al andaluz! Se trata del resultado de un trabajo bastante profesional de Juan Porras Blanco (Huan Porrah), y que usaba una propuesta ortográfica propia.
Como bien afirma @Vanfunfun (Nacho Iribarnegaray), «[está escrito] con la intencionalidad de decir “esto es andaluz, esto que hablamos existe”. Por un lado es un acto de cariño de decir “yo quiero escribir en la lengua de mi zona” y, por otro lado, es un acto reivindicativo de decir “sí, esto existe, no me vas a negar que no existe [sic]”» (recomiendo ver el video completo en https://youtu.be/_XownO-G8eA).
A menudo pasamos por alto la distancia existente entre la lengua del hogar y la lengua del salón de clases o del noticiero limeño. En clases de introducción a la lingüística, suelo ofrecer el siguiente ejemplo: “El Joshe taba que lo rambaba a su chocha en la callesqué esa hora”. (Hasta ahora ningún alumno ha podido ofrecerme una traducción completa en limeño.) El ejemplo me sirve para resaltar algunas de las peculiaridades del castellano andino norperuano, tanto de pronunciación (los sonidos /sh/ y /ll/), de vocabulario (rambar, chocho) y gramaticales (estar que + VERBO, loísmo, =(e)squé). Si bien el ejemplo es construido, creo que es perfectamente aceptable para un cajacho ¡y posee suficientes peculiaridades para ser ininteligible para otros castellanohablantes!
Quiero, entonces, obligarnos a reconocer esa distancia entre nuestra lengua oral coloquial y la manera en que se espera que hablemos y escribamos en la escuela, la universidad y la oficina. Esa distancia siempre existe, pero a veces es mayor o es menor. Como las investigaciones dialectológicas recientes han demostrado (recomiendo El castellano andino norperuano de Luis Andrade. PUCP, 2020), el castellano de la sierra norperuana incluye un número tal de peculiaridades lingüísticas que hacen que esa distancia sea especialmente notable. Cuando leí ¿Por qué morimos tanto?, de Jorge Díaz Herrera, tuve la sensación de estar leyendo el primer libro escrito en mi castellano materno.
No olvidemos tampoco que el acceso a las lenguas y variedades prestigiosas es asimismo un recurso desigualmente distribuido en la sociedad, y que, como tal, reproduce las desigualdades sociales. Consecuentemente, los manuales y currícula escolares pasan por alto elementos fascinantes de la lengua materna del niño en la reflexión metalingüística: ¿acaso nuestro maestro de lengua nos hizo notar, por ejemplo, que teníamos un solo marcador para decir “esto me lo contaron, no me consta”? La escuela debe revalorar y analizar la lengua de la casa, y, a la vez, asegurar el acceso a las formas prestigiosas.
Tons, sí pue, todita esta zona andina de Cajamarca es ampliamente monolingüe. Ta bien. Pero nosotros acá hablamos un castellano propio, que a veces no notamos lo distinto que es del que nos lo enseñan pa situaciones más formales. Además, onde hoy solo se habla castellanosqué, en realidá hay como historias complejas onde que nosotros lo hemos perdío nuestras lenguas indígenas: quechua, culle, mochica, chacha, den y cat. Masqué el culle, quesque se hablaba en Cajabamba y Huamachuco, toavía tuvo hablantes hasta hace cien años nomá. Una forma de recordálos a estos indígenas que resistieron es, pue, tratando de conocélo su historia. El monolingüismo de hoy es fruto de l’imposición desde viejano. Animeseste a mirálo su propio castellano con otros ojos masqué.
Jaime Vera
jveraa@pucp.edu.pe
Instagram: @neverwrit