Por Luciana Gonzales.
Publicado el 25/10/2021.
Era algo que ya venía rondando en mi cabeza tiempo atrás, buscaba información, veía videos de gente que buscaba lo mismo y quería saber cómo hacerlo sin terminar haciéndome daño. Muchos decían que al principio era algo complicado, pero que te ibas acostumbrando con el tiempo. Era cierto, ¿Cómo podría, de un día a otro, dejar de comer aquello que he comido día tras día hace más de 20 años?
El veganismo, en la actualidad, es un concepto que ha tomado mucha fuerza en los últimos tiempos y ha encontrado espacios en los que afianzarse donde ya no solo es un régimen alimenticio que excluye de su consumo alimentos de origen animal, sino que es parte de una ideología, estilo de vida y moral de cada persona.
Afiliarte a las ligas del veganismo implicaba no sólo dejar de comer animales, sino repensar los procesos mediante los cuales han quedado reducidos y objetivados en la “sociedad de consumo” que hemos forjado y de la que somos parte. Zygmunt Bauman, a quien tuve la suerte de conocer en lecturas universitarias, hablaba mucho de lo que ahora menciono llamándola “sociedad líquida” aquella que describe nuestros patrones de consumo y cómo estos buscan como fin satisfacer una necesidad primaria en el ser humano: La felicidad.
En esta sociedad líquida y donde el consumo es parte primordial de nuestra existencia y supervivencia, los animales, seres capaces de sentir dolor y emociones, son sólo considerados meros objetos de mercancía, donde el valor de su vida ha quedado relegado porque antes que esta, está la satisfacción de nuestros deseos de consumir.
Pero, más allá de hablar del consumo en sí, es más importante mencionar la consecuencia que estos hábitos han logrado: Una industria que necesita satisfacer el hambre de masas y que modifica a diestra y siniestra los alimentos que vamos a consumir, sin tener en cuenta, muchas veces, que tratan con animales vivos que deberían estar protegidos por leyes que aboguen por su derecho a la vida y a una vida buena.
Con todo esto mencionado, no quiero hacer pensar que aquellos que consumen animales y productos de origen animal fuesen conscientes de todo esto. Muchas veces nuestra gran ignorancia nos hace parte de modelos que no necesariamente compartimos, pero por desconocimiento resultamos afiliados a ellos.
Pero, qué tal si sabiendo esto, hablamos mejor de un “consumo ético”, concepto que refleja una propuesta alternativa al paradigma actual, un tipo de consumo que se caracteriza por someter decisiones de consumo al filtro de la ética o de la reflexión moral, tal y como lo menciona Estela Díaz en un análisis hecho para conocer las conductas que llevan a una persona a adoptar nuevas formas de consumo.
Este concepto que, particularmente, me resulta mejor, es algo que vengo practicando desde hace casi dos años. No se trata de ir al extremo y dejar por completo el consumo de animales o de productos que originan de estos, que si bien es una práctica que aplaudo, no planeo seguir aún. Pero, sí de limitar y reducir el consumo en aquello que consideres necesario y donde hayas tomado en cuenta previamente las consecuencias de tus hábitos de consumo.
Lo que valoro mucho del “consumo ético” es esa libertad personal que te da de poder elegir qué y qué no consumir teniendo en cuenta las preocupaciones colectivas o sociales, relacionadas con derechos humanos, protección ambiental y/o defensa animal, a diferencia de un consumo tradicional en el que las motivaciones de compra residen sólo en conocer el precio, cantidad y calidad.
Este concepto de consumo ético invita a que puedas pensar en el impacto que van a tener tus acciones como consumidor a corto o largo plazo y te hace más consciente de aquello en lo que de verdad quieres impactar. No solo podemos limitar este concepto de un consumo más consciente a la ingesta de alimentos, sino también a otros roles de comprador como ropa, artículos personales, artículos de hogar, etc.
Los y las invito a tomar control del rol de consumidor/a que cada persona tiene y a ser más responsables con sus modos y formas de compra. Nuestra sociedad persiste y sobrevive por el consumo, pero nunca es tarde para repensar los procesos de los que somos parte y tener la capacidad de hacerlos de manera más consciente.
Contacto: lucianagonzales2804@gmail.com