Por José Cárdenas.

Publicado el 02/11/2021.

El teatro, sostiene Augusto Boal (2018), puede efectuarse en cualquier sitio. Un parque, por ejemplo, una plaza, un mercado, una escuela o una comunidad llegan a ser los mejores lugares para una composición escénica. De igual manera, pregona el mismo director, cualquier persona puede construir un personaje o, como espectador, ser partícipe de un juego teatral. Uno, en el cual la realidad, su problemática y esencia concreten una poiésis escénica que advierta el compromiso ideológico del artista y provoque, como dice Brecht (1948) en El pequeño organón, diversión, crítica y cambio. 

La “Asociación Cultural Apu”, en los últimos meses, ha ejemplificado este precepto. A través de una instrucción horizontal, en donde la enseñanza de teatro se recompensa con aprendizaje de experiencias, se han realizado múltiples talleres con niños, niñas y adultos mayores del Centro Poblado Shaullo (Baños del Inca). Allí, bajo la mirada del Apu Qayaqpuma, dos grupos de jóvenes y señoritas han realizado sesiones continuas y una presentación de teatro, con el fin de habilitar espacios culturales en la casa comunitaria y poner en práctica la reciprocidad de saberes. Con los más pequeños, se consideró una pedagogía del descubrimiento; es decir, con juegos, descomposición del cuerpo y coreografías se enseñó el valor del compañerismo, el respeto por el grupo y el cumplimiento de las normas. Luego, con materiales comunes como pelotas, telas, y cartulinas se construyeron títeres de mano, dando rienda suelta a la imaginación y composición de un breve argumento. En este proceso, cuentan los facilitadores, los más pequeños expresaron por medio de la improvisación y diálogo colectivo, las experiencias de su comunidad, algunas carencias o conflictos familiares y las emociones que les trae la tecnología. 

En cada sesión y sobre todo en las presentaciones, cuentan Moisés Aurazo y Karla Flores, cada niño y niña develaron su universo interno y establecieron una conexión peculiar con el teatro y sus personajes. Durante la obra “Omi y Lola”, por ejemplo, intervinieron en la acción por necesidad, ayudaron a completar la misión del protagonista y vencer a su enemigo. Así, evidenciaron los más pequeños que una historia bien representada recoge lo mejor de los espectadores, promueve una participación para el cambio (Boal, 2018) y consolida la unión del grupo. Esta última se consolidó en la sesión final, en la cual se reunieron a todos los asistentes alrededor de una joijona y compartieron, tanto el pan como la experiencia de verse y sentirse unidos.  

Esta idea también se propuso en los talleres de los adultos. Para ellas y ellos se plantearon, junto al teatro, temas complementarios como el trabajo en equipo, liderazgo y comunicación efectiva. Durante la práctica se manifestaron algunas necesidades de Shaullo como la alfabetización y mayores oportunidades de desarrollo. Asimismo, sus historias y relatos dejaron en claro el reconocimiento “analógico” propio del pensamiento andino; es decir, observan en el cambio de la naturaleza, producto de la contaminación, la transformación de la propia comunidad. La práctica escénica, en este caso, se planteó como herramienta de socialización más que artística, debido a que los dirigentes del centro poblado reconocen un distanciamiento de los vecinos, así como un desinterés por el trabajo en la casa comunal. Por esta razón, afirma Mauricio Pérez (Director de la Asociación Apu), es importante contribuir al hermanamiento; y no hay mejor manera de fortalecer la reciprocidad en la comunidad que construir un espacio en donde todos tengan una mirada horizontal. El teatro allí cumple un rol, puesto que según Boal (2018) es “el arte de vernos a nosotros mismos, el arte de vernos viéndonos” ….

El teatro, como escribimos, siempre genera una transformación. A veces, uno ingresa a un taller y sale con otro espíritu; u observa una obra, interviene en ella y crea una imagen para realizar en su comuna. Esto, constituye los principios del Teatro del oprimido en el cual todos somos actores, pero no por la pericia de recrear una escena, sino por el papel de transformar nuestra sociedad. A ello apunta la asociación “Apu” y esperamos con ansias que lo consiga. No por el deseo de llevar una solución, sino por el anhelo que nuestros hermanos de Shaullo, el día de mañana, tengan un Pachacuti y que su tiempo, siempre presente, conserve un equilibrio cósmico.  

 Agradecimiento especial: 

  • Karla Flores (Actriz e integrante de Apu)
  • Mauricio Péres (Directo de Apu)
  • Moíses Aurazo (Actor)

 Referencias bibliográficas: 

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